De acuerdo a la Wikipedia: La palabra odiador,1 odiante,2 o hater (que en inglés significa «[alguien] que odia, que aborrece») hace referencia a un término empleado en Internet para denominar a los usuarios que generalmente desprecian, difaman o critican destructivamente a una persona, a una entidad, a una obra, a un producto o a un concepto en particular, por causas poco racionales o por el mero acto de difamar.
Odiar es fácil ¿no os parece? Podemos odiar a otros por ser más altos, más ricos, más guapos, más listos… en realidad, podemos odiar a todos y por todo, si nos lo proponemos.
No hay ninguna racionalidad en ello. Simplemente hay que dejarse llevar por la hiel sin pararse a pensar.
Desde que salió el tráiler del reboot de ‘Cazafantasmas’ ha batido el récord de ‘no me gusta’ en YouTube, además de incendiar las Redes Sociales con encendidas y desproporcionadas críticas que la hacen parecer un Biopic de Adolf Hitler en sus tiempos de ‘concordia racial’.
Sin entrar a valorar la torpeza del estudio (que la vende como una tercera parte 30 años después, cuando hasta Melissa McCarthy ha manifestado que no es así) o la necesidad de una nueva peli al respecto, en ese caldo de cultivo irracional se mueve el hater.
El hater es una criaturita curiosa: totalmente incapaz de aportar una idea constructiva con la que digas ‘hostia, el tip@ es un haterpuertas pero su argumento no tiene discusión’, pero tolosa (=todo lo sabe) hasta la médula.
Un hater defecará sobre la filmografía de un actor, su familia y su peluquero, sin haber visto (ni pretender hacerlo) una sola de sus películas. Hablará mal de efectos visuales sin saber programar el vídeo; de fotografía sin saber lo que es un objetivo; de narrativa sin saber que la m con la a es ‘ma’.
Lo preocupante no es el hater en sí: es el tarado insoportable de toda la vida llevado al entorno digital.
Cuando se le toma en serio y crecen sus admiradores, la situación se complica, hasta el punto de ensalzar situaciones, personajes y comportamientos que antes nos resultarían intolerables, deplorables y carentes de ejemplo para dar a nuestros seres queridos.
La basura vertida hacia la cinta de Paul Feig (cuyas primeras críticas de medios, por cierto,y también la mía, son buenas) es muy virulenta, pero no novedosa: ‘Cuatro fantásticos’ o ‘John Carter’ también sufrieron el ‘juicio’ de los haters.
La debacle de nuestra hiperactiva e indolente Sociedad ‘de valores SIN valores’, es un caldo de cultivo idóneo para que el hater campe a sus anchas.
Además del cazafantasmal ejemplo, los encontraremos en la tele (desde Tertulias-ladrido futboleras a debates-ladrido de pretendido ‘calado’), la prensa (‘Periodistas’, famosos y famosetes que escupen odio, idiocia e intolerancia en todas sus formas) y, por supuesto, en la vida diaria, donde a veces los confundimos con alborotadores, polémicos o ‘pobrecitos’ frikis de los que reírnos y sublimar así nuestras propias movidas (en lugar de intentar solucionarlas).
Cuando se toma en serio a un hater (ya sea poniendo verde a ‘Cazafantasmas’ o cualquier otra gansada que se les ocurra) se fomenta el imparable crecimiento de la estupidez, las malas maneras y la convicción equivocada de que las cosas se resuelven meándose en los tiestos de los demás.
Sin debate que valga (porque contra el sectarismo mononeuronal, no hay defensa posible) discutir con los haters es echar gasolina al fuego.
Hay que trabajar desde la base, condenando esa clase de comportamientos sin alentarlos, apeando poco a poco de la Sociedad la triste creencia de que los haters son otro inofensivo ‘guilty pleasure’ más: estos ladran, pero no muerden.
Mirad los dislikes del tráiler en YouTube y, si tenéis estómago, empaparos de los comentarios.
Mirad la reciente espantada tuitera de Leslie Jones por los desatados insultos racistas.
Como mínimo ilustrarían un estudio sociológico/psicológico/psiquiátrico de que hay mucho sonado suelto que no se dedica, precisamente, a invadir autopistas cazando Pokémons (este fenómeno requiere de un estudio aparte).
Este es otro ejemplo más de hacia dónde vamos como Sociedad: un intolerante, yermo y dictatorial páramo desprovisto de ideas, donde solo el complaciente y bocazas borrego prospera.
¿Me he pasado de apocalíptico? Puede ser.
En este Circo donde no hacen más que crecer los enanos ¿en serio queréis vivir en Haterland?
Antes… me compro un loft en el Monte del destino.